BUDAPEST-BRATISLAVA-VIENA| Primer
viaje tras las intensas vacaciones navideñas, y no podía ser mejor que una
semana entera recorriendo tres de los países europeos que teníamos en la lista
pendiente. Se acabaron las pocas semanas con algo productivo que hacer, algún
que otro examen, y en mi caso, un par de presentaciones, un proyecto y poco más.
Realmente enero ha sido el mes más ocupado de todo el Erasmus en el tema
estudios, así que necesitábamos un poco de desconexión, y así fue como pusimos
rumbo a Budapest, la primera parada y la más larga.
Todo el equipo formado por 12 amigos llegamos de una manera u otra a la capital húngara; algunos sufrieron 12 horas de Polskibus, otros 8 en coche, pero al final llegamos todos sanos y salvos. Tres días intensos, free tour, alguna que otra foto, y muchas muchas horas pateando la ciudad. Budapest era la típica ciudad de visita obligada durante el Erasmus, de hecho todo el mundo hablaba muy bien de ella, y no les faltaba razón. Mágica, inesperable y con un gran encanto por cada rincón que se recorre. Y qué mejor para conocer una ciudad que pasear por ella sin rumbo.
Budapest nos enamoró, por no hablar de su impresionante Parlamento, el segundo más grande del mundo para algunos, y el tercero para otros. El segundo día nos acercamos al otro lado del río, a Buda, y ahí pudimos conocer las mejores vistas de la ciudad, El Bastión de los Pescadores. Un rincón de cuento. Salieron unos rayos de sol, algo a lo que no estamos muy acostumbrados los Erasmus de Polonia, así que no podía haber nada mejor que tumbarse a tomar un poco el sol y a quitar algo ese blanco nuclear que nos caracteriza. Y… hablando de sol, deberíamos destacar el tiempo que nos hizo este viaje, algo poco común entre nosotros, la lluvia y los grados negativos nos acompañan siempre, vayamos donde vayamos, pero esta vez no. Algo muy positivo también a la hora de viajar y conocer ciudades nuevas. El sol transmite alegría, positividad y ganas por comerte algo más el mundo.
Todo el equipo formado por 12 amigos llegamos de una manera u otra a la capital húngara; algunos sufrieron 12 horas de Polskibus, otros 8 en coche, pero al final llegamos todos sanos y salvos. Tres días intensos, free tour, alguna que otra foto, y muchas muchas horas pateando la ciudad. Budapest era la típica ciudad de visita obligada durante el Erasmus, de hecho todo el mundo hablaba muy bien de ella, y no les faltaba razón. Mágica, inesperable y con un gran encanto por cada rincón que se recorre. Y qué mejor para conocer una ciudad que pasear por ella sin rumbo.
Budapest nos enamoró, por no hablar de su impresionante Parlamento, el segundo más grande del mundo para algunos, y el tercero para otros. El segundo día nos acercamos al otro lado del río, a Buda, y ahí pudimos conocer las mejores vistas de la ciudad, El Bastión de los Pescadores. Un rincón de cuento. Salieron unos rayos de sol, algo a lo que no estamos muy acostumbrados los Erasmus de Polonia, así que no podía haber nada mejor que tumbarse a tomar un poco el sol y a quitar algo ese blanco nuclear que nos caracteriza. Y… hablando de sol, deberíamos destacar el tiempo que nos hizo este viaje, algo poco común entre nosotros, la lluvia y los grados negativos nos acompañan siempre, vayamos donde vayamos, pero esta vez no. Algo muy positivo también a la hora de viajar y conocer ciudades nuevas. El sol transmite alegría, positividad y ganas por comerte algo más el mundo.
Y así fue como pasamos esos tres días en nuestra primera parada. Maletas cargadas de nueva y Bratislava nos recibía por pocas horas. Pasamos el día en la capital eslovaca, no muy grande pero con calles y plazas que merecían la pena, eso sí, no recomiendo más de un día por allí. Tachamos otro país en el mapa, y una parte del equipo viajamos a la última parada, Viena. El resto de los viajeros pusieron rumbo a Polonia de nuevo.
Y Viena no se quedó atrás, llegaba un punto que los edificios por muy impresionantes que fuesen ya no impactaban. Cada calle, cada palacio, cada iglesia o cada edificación era de cuento. No había ni un rincón que se quedase atrás. Eso sí, el paso de florines a euros fue bastante duro, y más en una ciudad como Viena dónde todo es carísimo. Pasamos de comer por dos miseros euros en Budapest, a comer bocatas de jamón y queso de supermercado tirados en los jardines de uno de los palacios. Y es que la vida del estudiante Erasmus es muy complicada a la hora del dinero, queremos hacer muchas cosas con poco dinero, así que tenemos que prescindir de muchos caprichos. Pero también tiene su encanto.
Y no podíamos irnos de la
capital austriaca sin conocer su famosa ópera, y no solo conocerla, sino
visitar alguna de sus actuaciones. Dos horas de cola, y dos horas de ballet de
pies, pero no podemos pedir más pagando lo que pagamos. Mereció la pena, una
experiencia más. Y así es como acabamos esta intensa semana. Con tres países más
a nuestras espaldas y con muchas aventuras que contar.
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