No sabíamos muy bien en qué punto nos encontrábamos. Las expectativas eran más bien bajas para los meses venideros, prácticamente nulas. Inmersos en una pandemia mundial, dejando atrás un encierro de alrededor de mes y medio, las cabezas dando tumbos y con una gestión del país dividida en fases hasta llegar a la nueva normalidad. El transcurso de los días habían sido más bien lentos, hasta que una mañana de principios de mayo pudimos tocar el asfalto de las calles convertidas en pistas de atletismo, y unos pocos afortunados acariciamos el mar con la punta de los dedos.
Y llegó la estación del año más trasnochadora, la de las resacas y la cerveza fría. La del salitre en el cuerpo. La de Turnedo de fondo. Pero, ¿Y ahora qué? A dónde fueron a parar el 90% de los planes que definen el verano. Las fiestas de “prao” de las que tanto presumimos en el norte. Las noches en Cañadio rodeados de más madrileños y vallisoletanos que locales. Los viajes de costa en costa por la geografía española. Un sin fin de planes convertidos en pasado, y quién sabe si en futuro, pero que desde luego este verano atípico no iba a ser testigo de ellos.
Se dice que de las situaciones adversas siempre se saca un lado positivo, y frente a todo pronóstico, de este período no iba a ser menos. Hemos aprendido a vivir con un complemento más en nuestro cuerpo, cubriéndonos nariz y boca, frente a las altas temperaturas. Hemos aprendido a valorar infinidad de cosas, que quizás antes los más jóvenes pasábamos por alto. El trabajo, el esfuerzo y la importancia de ese sustento económico que de cara a cualquier crisis supone un apartado fundamental.
Hemos estrechado lazos con personas que seguramente en cualquier otra situación no hubiésemos compartido ni una calada de un cigarro. Y no por nada en especial, simplemente por el hecho de ser, por naturaleza, personas conformistas en esa conocida "zona de comfort" sin necesidad de salir de ese círculo.
Hemos tenido la oportunidad incluso de conocer a nuestros propios amigos y familia. Suena chocante sí, pero es que hay veces que nos complicamos valorando lo de fuera y por consiguiente descuidamos lo que nos rodea. Y la explicación es tan simple como egoísta. Damos por hecho a las personas que siempre nos han acompañado en cada uno de nuestros pasos.
Las escapadas de verano con amigos de la universidad o del Erasmus han dejado paso a la posibilidad de profundizar en nuestras raíces, y aprovechar el tiempo perdido durante tantos años lejos de casa.
A veces nos obsesionamos y soñamos a lo grande cuando lo más preciado está a pocos kilómetros de ti. Ni siquiera hace falta traspasar las fronteras autonómicas para averiguar rincones mágicos que nunca antes les habías dado esa oportunidad que merecían.
En resumen, han sido tres meses de aprendizaje, de reflexión, de toma de decisiones y de crecimiento personal. De barajar multitud de posibilidades para este futuro incierto y gris que nos depara, sobre todo a esas nuevas generaciones que empezamos de cero.
Ahora es momento de arriesgar porque se suele decir eso de que el que no arriesga no gana. Ahora es momento de luchar contra esta piedra en el camino que nos está cambiando el ritmo y la dirección de nuestras vidas. Si hay una cosa evidente es que todos, en mayor o menor medida, nos hemos visto afectados por este virus.
Y en todo esto juega un papel fundamental la responsabilidad, esa palabra que hemos dejado aparcada, incluso en el olvido en muchas ocasiones estos últimos meses de desenfreno. Fue ahí justo donde dejamos de recordar que este virus seguía junto a nosotros, presente, y aunque lo deseábamos con más ganas que nunca, no, no habíamos vuelto a la vida de antes. Y para ello todavía quedan muchas tormentas que superar.
Sumamos un verano más a la colección, un verano singular y atípico como ningún otro. Un verano triste pero con su pizca de alegría. Un verano cargado de emociones y sentimientos a flor de piel. Simplemente un verano que quedará guardado en los libros y sobre todo en nuestras retinas para siempre.
Que realidad más real
ResponderEliminarMuy buen comentario.
Besos