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Viajar es la mejor manera de encontrarse


La incertidumbre, los nervios, la inquietud por qué me espera tras bajar de ese avión Santander-Varsovia. Meses y meses esperando el momento en el que poso las maletas en tierras polacas, con unos 10 grados menos de lo habitual, y mira que precisamente Cantabria no es una tierra de muchos rayos de sol. Y ese momento llega, y lo coges con más ganas que nunca, un nuevo reto, una nueva aventura fuera de las paredes de tu casa. Un escalón más en mi vida. Después de llevar dos años estudiando en Valladolid quizás esto no es tan complicado como para los que llevan toda la vida en su casa. O quizás sí. Antes de comenzar este viaje pensaba que iba a ser la misma sensación, pero estaba totalmente confundida. Si total son kilómetros, que mas da unos pocos más o unos pocos menos; pues no, realmente cuando te vas 10 meses a vivir a un país totalmente desconocido con otras costumbres, otra cultura, otra historia, la sensación no es la misma.

Y comenzó mi viaje, mi nuevo etapa en Lodz, que llevando tres semanas aquí todavía no lo pronunciamos del todo bien y mira que por cada vez que lo digamos mal acordamos poner un zloty.


Vuelo superado y cada vez queda menos para llegar al destino. He de decir que el bus del aeropuerto a Lodz no es de lo más cómodo, y mira que entro en cualquier sitio. Ese mismo autobús que te deja en la estación con un aspecto un tanto tenebroso que da una primera impresión no demasiada buena. - Wigury 7B, Salsa Residence, chapurreando medio inglés, medio polaco, el taxi nos lleva a nuestro nuevo hogar. Y por fin dejamos de ver Salsa tras la pantalla del ordenador para tenerlo frente a nuestros ojos. Unos segundos observando el edificio, y sí, es igual que en las fotos. A partir de ese momento todo fue rodado. Te dicen 40 nombres en dos minutos y bueno te quedas con un par de ellos, pero todo es cuestión de tiempo, en dos días todos somos familia.

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