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Praga, una ciudad de cuento

PRAGA| Con buenas expectativas y con la ilusión que tenían algunos de salir por primera vez de Polonia después de dos meses, pusimos rumbo a República Checa. Concretamente a la capital, Praga. Era un destino fijo en nuestra lista Erasmus, tarde o temprano íbamos a ir. Sin duda, no es para menos. Por lo general, todo el mundo habla muy bien de esta ciudad y realmente merece la pena visitarla. Las 8 horas de autobús se hicieron más amenas en el Regiojet, comparado con el Polski, parecía de lujo. Íbamos prácticamente solos y con servicio de café gratis durante todo el trayecto. Nada mejor para pasar casi esas 8 horas estirada en la parte trasera del autobús durmiendo.



Pie en Praga y pelea con los cajeros de la estación para cambiar los zlotys por coronas checas. Si ya era complicado cada vez que comprábamos dividir entre 4, ahora era entre 25. La calculadora del Iphone, mi mejor acompañante este viaje.

Llegamos a las 7 de la tarde, lo que significa teniendo en cuenta que anochece a las 4, que ya era de noche. Maletas en el hostel, que mejor no comentar sus condiciones, y a conocer Praga iluminada. El  encanto de muchas ciudades se encuentra de noche, más intimo, con luces que decoran los edificios más emblemáticos. El famoso puente Carlos, que comunica la Ciudad Vieja con la Pequeña, es un ejemplo de ello.

Viernes 17, primer día completo por la ciudad y que mejor manera que comenzarlo que con un Free Tour desde la Plaza de la Ciudad Vieja. Que importante es el guía al que acompañes en las visitas, y cómo te cuente la historia de la ciudad. Esta vez, a pesar de ser de origen francés, no pudo hacerlo mejor. Nos enamoramos de Praga y de su historia.
No podemos viajar a una ciudad sin conocer su ciudad nocturna, eso es así. Esta vez fue Karlovy, la discoteca más grande de Europa con unas siete plantas a orillas del río Moldava. Desde que nos fuimos de España no pagábamos 10 euros por entrar en ninguna discoteca, pero la ocasión lo merecía, y no defraudó.

Y otro día más aquí, esta vez decidimos subirnos a lo más alto de Praga, al que está considerado el castillo más grande del mundo. Unas vistas increíbles, eso sí, un frío de locos. Teníamos la esperanza de que las temperaturas subiesen algo más respecto a Polonia, pero no se nos arregló. Tras el tour de la cerveza que hicieron algunos y una parada en algún bar típico checo, finalizamos el sábado.


Último día y realmente podíamos haber prescindido de él y más sabiendo que llegamos a las 5 de la mañana a Lodz. Volvimos a recorrernos los mismos rincones, el muro de John Lennon, las plazas principales, el puente de Carlos, el barrio judío y poco más que añadir.  Eso sí, lo que me queda claro de este viaje es que volveré, no sé ni cuándo ni con quién, pero volveré.

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